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Cabrera plays Debussy

Programa

Claude Debussy (1862-1918)

Rêverie, L. 68.

Suite Bergamasque, L. 75:
  - I. Prelude.
  - II. Minuet.
  - III. Clair de lune.
  - IV. Passepied.

Deux Arabesques, L. 66:
  - I. Andante con moto.
  - II. Allegretto Scherzando.

Estampes, L. 100:
  - I. Pagodes.
  - II. Soiree dans Grenade.
  - III. Jardins sous la pluie.

La plus que lente, L. 121.
L'isle joyeuse, L. 106.

Ángel Cabrera, piano.

Musicstry Studios. TRT® sound (calibración 2.4b). Grabado: 7, 8 Agosto 2014. Publicado: 23 Enero 2020. Fotografía: Kirill Bashkirov. Notas: Jeannine Bouché de Español. Productor: Mario Martínez. PC13006­ ℗ & © 2021 Play Classics.

Sobre el intérprete

¿Por qué escoger a Ángel Cabrera para tocar este florilegio de Debussy? ¿Por ser un pianista de primer orden, cubierto de premios y de reconocimientos internacionales? ¿Por su técnica, tan brillante, que le permite enfrentarse a todos los retos?

Yo diría que por esas cualidades, y por muchas otras. Por ejemplo, el no martillar su teclado, defecto en el que incurren todavía grandes maestros que buscan el efecto fácil, vendiéndose al público, por una sensibilidad a flor de piel y, finalmente, por conseguir unos pianos increíbles, ateniéndose a lo que deseaba don Claude Achille Debussy (1862-1918).

Poco antes de morir, Debussy le enseñó a Marguerite Long a tocar en la página tercera de l’Isle Joyeuse un pianísimo que nunca le parecía suficientemente piano. De hecho, cuando el maestro tocaba, no le gustaba la tapa abierta del colín, y la cerraba...

En un coloquio con su profesor Guiraud, siendo muy joven, ya defendía Debussy la importancia de los matices, que son, precisamente, la especialidad de Ángel Cabrera, que consigue obtenerlos de los muchos cantantes y músicos con los que trabaja.

Debussy nunca pudo escuchar a Ángel Cabrera. Sospecho, que le habría gustado.

Sobre las obras

Esta grabación es fiel testimonio del hecho de que Claude Debussy no fue sólo un intérprete excepcional sino que renovó la técnica de un instrumento como el piano. Le costó encontrar intérpretes a la altura de sus obras. Decían los críticos que Debussy manejaba los pedales como si fueran la respiración misma del piano… El propio maestro confesó que observando en Roma cómo tocaba Liszt, adoptó esa forma de tocar.

A Debussy lo llamaron “impresionista” pero él siempre rechazó el término, y creo que con razón. Si se nos permite una opinión al respecto, el arte de Debussy es orden y armonía y no se limita a buscar una impresión. Toda su obra responde a una sistemática búsqueda de la forma y de la organización interna, incluso tratándose de nubes indecisas, de la fluidez del agua o del aire en movimiento.

Rêverie (1890). Con esta ensoñación empieza la grabación. Se nota ya el renacimiento de un virtuosismo cuajado de sutileza armónica. Debussy va buscando resonancias extrañas, infrecuentes que plasmará y perfeccionará después en muchas otras obras como, por ejemplo, Images. Dijo el propio compositor: “Busco la trasposición sentimental de lo que es invisible en la naturaleza”.

Suite Bergamasque (1890-1905) y Arabesques (1888-1901). Son algunas de las obras que cambiaron el punto de vista de Albéniz acerca del arte de componer. El maestro español pertenecía al círculo de amigos de César Frank, al que no le gustaban los “impresionistas”. Quizá por ello Albéniz se llevaba mal con Debussy aunque asimiló su obra, como se desprende de sus últimos trabajos.

La Suite Bergamasque se compone de cuatro piezas, Preludio, Minueto, el famosísimo Claro de Luna, y Passepied.

Para tocar la Suite y los Arabescos la presión de la mano tiene que ser profunda. Al maestro le parecía indispensable la adherencia al teclado. Decía: “La raíz del sonido tiene que vibrar”. André Suarès afirmó: “Debussy ha creado una forma para la música de piano. La ha concebido como un instrumento original […] Para conseguir ese legato, el intérprete tiene que sentir el sonido en la punta de los dedos; dulzura en la fuerza y fuerza en la dulzura”.

Los dos arabescos tuvieron gran resonancia desde su creación; y siguen teniéndola. Desvelan la personalidad del compositor. Tengamos en cuenta una observación de la extraordinaria Françoise Gervais : “Para Debussy la palabra arabesco o la palabra esbozo tienen un sentido completamente distinto al normal. Pensemos que para Debussy el término sonata equivalía a “libre fantasía”...

Estampes (1903). Debussy siempre mostró un gran interés por las músicas de Oriente: la china, la japonesa, las de la India… Pensemos que, en una época en que no era tan fácil viajar, Claude de Francia iba hasta la famosa abadía de Solesmes en busca del canto gregoriano o a Bayreuth para conocer in situ la música de Wagner…

Debussy salió deslumbrado de la Exposición Universal de París de 1889. Allí se interpretaron obras rusas y músicas orientales como el gamelán javanés. Era también muy amante de las artes visuales y muy específicamente del arte japonés que maravilló a su generación. La traducción, aquí, de “estampes” podría ser grabados o dibujos a lo japonés.

Estampes se compone de Pagodas, Soirée en Granada y Jardines bajo la lluvia.

Indonesia inspiró Pagodas, y se nota perfectamente el diseño orientalizante. La noche andaluza de Soirée en Granada inspiró al compositor una habanera melancólica y altiva. En la partitura el compositor pide un ritmo “nonchalamment gracieux” que podríamos traducir como “garboso, con cierta indolencia”. Se nota perfectamente la identificación de Debussy con España. No olvidemos que es autor de una Iberia, extraordinario canto a España. Jardines bajo la lluvia alude a un paraíso infantil, el muy popular Jardín de Luxemburgo, en el corazón de París. Esta pieza reproduce acordes de una famosísima canción infantil: “Nous n’irons plus aux bois”. El compositor pedía “sol en la mente”, ese mismo sol tan poco frecuente en París, entre dos aguaceros, que permite que los niños salgan a jugar.

La plus que lente (1910). Los autores suelen ser pésimos jueces del valor de sus propias obras. Ejemplo de ello es este vals, una de las obras más conocidas de Debussy. Los críticos suelen referir que el maestro confesaba haber realizado una parodia de la música de ciertos cafés parisinos donde señoras bien escuchaban música tomando el té; según esos mismos críticos, sólo algunos oyentes indulgentes podían percibir la ironía de su composición… Sin embargo, ni la opinión de Debussy ni la de esos críticos debiera ser tenida en cuenta a la hora de valorar la calidad de su trabajo. Gocemos con el extraordinario encanto de este vals que se extravía entre sus propias volutas y olvidémonos de interpretaciones apresuradas basadas en refritos biográficos.

L’Isle Joyeuse (1914). Según el compositor, esta obra debe inspirarse en el Embarque para Citera (1717), obra maestra del pintor Watteau. Debussy decía que el intérprete debía meterse en la piel de un hombre del siglo XVIII. Se trata de una obra fastuosa, de una ráfaga de alegría. Sus modulaciones la convierten en un desafío para los mejores maestros.

La cadenza del principio se concibe como una llamada, convocando a los viajeros. Luego una vez expuesto el tema principal, hay que conseguir mantener el ritmo, en progresión constante, con un movimiento cada vez más rápido pero sin perder los matices. El final es vertiginoso. No se sabe quién va a ganar, ¿el sonido? ¿la luz? El ritmo precipitado exige más que un pianista, requiere un virtuoso. En cuanto a la digitación tiene que respetar la que el propio Debussy aconsejaba.

Recordemos que esta fue la última obra que trabajaron juntos Debussy y su intérprete favorita, Marguerite Long. En 2014 se conmemora el triste centenario del inicio de la I Guerra Mundial. Marguerite Long nos refirió a los que fuimos alumnos suyos que en julio de 1914 empezó a trabajar esta partitura con Debussy. El 2 de agosto se declaraba la guerra y dieciocho días más tarde la gran pianista se quedaba viuda. Tampoco el compositor sobreviviría a la Guerra. En 1917, su último verano, en San Juan de Luz, lo dedicaron Debussy y Madame Long a repeticiones exhaustivas de l’Isle Joyeuse.

Esta obra asociada a tan terribles circunstancias es, sin embargo, un canto a la esperanza y a la alegría: el final más adecuado para este concierto.

Jeannine Bouché de Español

Ángel Cabrera

Angel Cabrera nació en noviembre de 1977 en Guadalajara, España. A muy temprana edad comenzó a improvisar al piano animado por su padre quien tocaba diferentes instrumentos de oído. De esta forma surgió su vínculo y su amor por la música lo que le llevó a iniciar su formación de piano en el Conservatorio con Esther Zillarbide. Posteriormente estudió con maestros de la talla de Fernando Puchol, Luis Rego, Galina Eguiazarova, Márta Gulyás, Boris Bloch y Aldo Ciccolini.

Más adelante tuvo el honor de trabajar durante una década mano a mano con el gran barítono finlandés Tom Krause con quién descrubrió un nuevo universo sonoro. Tom Krause y Aldo Ciccolini a través de su filosofía de vida y su manera de entender la música se convirtieron en su mayor influencia artística y personal.

Cabrera se muestra como un artista profundamente apasionado poseedor de una excepcional diversidad de toque que le permite ejecutar las obras más complejas con una facilidad deslumbrante. Sus interpretaciones, cargadas de expresión poética y de un control técnico incomparables, provocan una experiencia auditiva fascinante. "Ángel Cabrera nos transportó al planeta imaginario de la infancia de algunos con los "Deux Arabesques", de Debussy, repertorio que recita con absoluta perfección, respirando y haciendo respirar el aire de la música..." dice el periódico La Nueva España, a lo que Ine Noticias apunta “un gusto exquisito y una técnica sobresaliente” y el Horizons “Ángel Cabrera, mejor que nadie, sabe comunicar este espíritu poderoso y creativo, con una visión artística envuelta en candor y esperanza".

Cabrera también es un entusiasta y comprometido músico de cámara que colabora con grandes artistas como Iwona Sobotka, Teresa Berganza, Helen Donath, Manuel Cid, Francisco Corujo, Manuel Lanza y solistas de la orquesta del Festival de Lucerna y Ensemble Berlin, actuando en las salas más prestigiosas del mundo.

Además de las numerosas grabaciones en directo para RNE, RTVE, Radio France y Canal Internacional, entre sus proyectos discográficos cabe destacar “Songs of Paolo Tosti” junto a Francisco Corujo, y la integral de las canciones de Frederick Chopin junto a Iwona Sobotka ambos publicados por el sello discográfico PlayClassics.

Ángel Cabrera ha sido galardonado en el I José Iturbi International Music Competition de América, XVI Concurso Internacional de Piano José Iturbi de Valencia, IX Concours-Grieg International Piano Competition de Oslo, y premiado por sus interpretaciones de Música Española, Edvard Grieg y Frederick Chopin.

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